Su fragancia estaba por toda la casa, no había rincón que no oliera a
ella. Esencia fresca que inundaba su mente de bellos momentos
vividos, que ya no eran más que recuerdos. Ella se lo había dicho
muchas veces; que algún día llegaría la hora que se cansaría de su
puto estilo de vida y se mandaría a cambiar, pero él nunca le creyó.
Había cumplido sus amenazas y seis meses en soledad hacían notar la
ausencia de ella.
Su mente cansada de soportar un corazón dolido, había tomado la
decisión de dar un vuelco a su vida, de hacer un cambio.
Empezaría lavando todo lo que pudiese, para arrancar de raíces ese
perfume de su habitación y de sus inquietos pensamientos, de las cortinas de
aquel ventanal por donde solía mirar la bahía, de sus camisas donde
tantas veces anido su largo pelo, de las sabanas de seda testigos
de tantas noches de pasión.
Solo se había olvidado de un simple y gran detalle… ¡cómo sellar aquel
aroma de amor, que brotaba a raudales entre las grietas de un corazón
herido! (Fransel)
El jardin de la casa de Marynes - Colon - Venezuela
ResponderEliminar