Imagínate que
vas camino a la cima de la montaña, que tienes todos las herramientas
necesarias para hacerlo y la ropa adecuada para soportar los embates de la
naturaleza.
Te exigirás a ti
mismo, concentración, perseverancia, carácter y no menos, voluntad. La meta es llegar a lo más
alto del pico para después descansar, dedicarte a contemplar el paisaje desde
esa altura y experimentar la satisfacción interna que se siente, cuando uno logra
propósitos que han costado tanta dedicación y esfuerzo.
Bajarás con
cuidado, llevando una sonrisa de júbilo dibujada en tu rostro. Regresarás a casa
y de cuando en cuando con el paso del tiempo, contarás a tus amigos alrededor del calor de una chimenea
y buenos vinos, tan maravillosa hazaña por ti cumplida.
La vida en sí,
tiene mucha similitud con estas conquistas que nacen del alma, con ese romance
que uno tiene consigo mismo, para demostrar
al mundo que lo rodea o demostrarse a uno mismo, que se es capaz.
Vivimos tiempos difíciles,
de mucha competencia y nadie quiere ser menos que el otro. Se tiene esa errada y
extraña tendencia de medirse por sus logros materiales, por esa fatua idea de escalar
y escalar, de poseer y conquistar.
No tiene nada de
malo desear vivir bien, con algunos lujos y comodidad. Solo que me pregunto, si
en la escalada hacia la cima de la
montaña… nos dimos un tiempo para ayudar a los rezagados, a los más débiles de
una sociedad. Si nos dimos un tiempo para ser feliz, para disfrutar de nuestra familia
y amigos; o es que esa obstinación por
lograr propósitos, nubló los caminos de la solidaridad y entendimiento.
Solo pregúntate,
con el paso de los años cuando estés allá arriba casi tocando el cielo, si todo
lo logrado valió realmente la pena, o es la pena de tus logros la causa de tu
descontento.
No te olvides
que cuando los ángeles reclamen tu
presencia, solo los tesoros del alma, podrán vestir tu esencia. (Fransel)
Cordillera de los Andes - Entrando a Mérida por el norte - Venezuela (Colaboracíon de un amigo piloto de avioneta)
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