lunes, 25 de noviembre de 2013

Falsos pesamientos engañan sentimientos








Se habían quedado mirado fijamente a los ojos durante unos segundos, cuando estuvieron atrapados en el umbral de aquella cafetería, entre ese caudal de gente que entraba y salía.
Ella le regaló su mejor sonrisa y él, que no pudo ocultar su asombro ante tanta belleza, agarró como pudo el ala de su sombrero, y bajó la cabeza en un gesto de medio saludando.
Una vez dentro, buscó una ubicación tal, que quedó sentado frente a ella, a escasos dos metros de su mesita.
Ella pidió un chocolate caliente con crema mientras miraba la carta menú de las tortas. Él, solo un café negro.
Notó una cierta incomodidad y a la vez alegría, cuando se dio cuenta que era observada disimuladamente por aquel tipo bien parecido, con el cual se había dado un encontrón a la entrada.
 Había algo en ese hombre bien vestido, que le gustó desde el primer momento, que le atraía a morir. Sería su mirada triste, su pelo ondulado o el aroma a madera y tabaco de su perfume caro. Solo sabía que si a ella por algún motivo o pretexto se acercaba, lo invitaría a sentarse a su mesa. Si era inteligente como aparentaba, le daría hasta su número de teléfono.
Él se dio cuenta que había sido sorprendido observándola, al notar el rubor encendido de sus mejillas. Un dulce sentimiento empezaba a brotar  de su alma al ver tanta belleza en un solo cuerpo pintada.
Había algo en esa mujer elegante que le atraía. Sería su mirada, sus labios escarlatas, su largo pelo castaño o esa fragancia primaveral que de su piel morena emanaba.  
Entre sorbos de chocolate y café negro, ella dibujaba una sonrisa cada vez que se sabía mirada, mientras la timidez de él, que cada vez más y más lo paralizaba, exaltaba su mente  impidiendo con ello hilvanar un pretexto.
Debe de ser un hombre casado pensaba ella, debe de ser una mujer comprometida pensaba él. Un hombre tan atractivo como ese, no puede estar solo, pensaba ella. Una mujer tan hermosa de ojos azul cielo, nunca esta sin pareja pensaba él. No tiene idea de lo mucho que lo pude haber querido pensaba ella. La hubiera amado toda una eternidad pensaba él.
Ya en la salida, guardando un trozo de torta en su cartera, se da media vuelta y le dirige su última mirada con una sonrisa que lo hace estremecer.
¡Por esta gran oportunidad que les dio la vida y no pudo ser!  (Fransel)

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