Se habían quedado
mirado fijamente a los ojos durante unos segundos, cuando estuvieron atrapados
en el umbral de aquella cafetería, entre ese caudal de gente que entraba y salía.
Ella le regaló
su mejor sonrisa y él, que no pudo ocultar su asombro ante tanta belleza,
agarró como pudo el ala de su sombrero, y bajó la cabeza en un gesto de medio saludando.
Una vez dentro, buscó
una ubicación tal, que quedó sentado frente a ella, a escasos dos metros de su mesita.
Ella pidió un
chocolate caliente con crema mientras miraba la carta menú de las tortas. Él,
solo un café negro.
Notó una cierta
incomodidad y a la vez alegría, cuando se dio cuenta que era observada
disimuladamente por aquel tipo bien parecido, con el cual se había dado un
encontrón a la entrada.
Había algo en ese hombre bien vestido, que le
gustó desde el primer momento, que le atraía a morir. Sería su mirada triste,
su pelo ondulado o el aroma a madera y tabaco de su perfume caro. Solo sabía
que si a ella por algún motivo o pretexto se acercaba, lo invitaría a sentarse
a su mesa. Si era inteligente como aparentaba, le daría hasta su número de teléfono.
Él se dio cuenta
que había sido sorprendido observándola, al notar el rubor encendido de sus
mejillas. Un dulce sentimiento empezaba a brotar de su alma al ver tanta belleza en un solo
cuerpo pintada.
Había algo en
esa mujer elegante que le atraía. Sería su mirada, sus labios escarlatas, su
largo pelo castaño o esa fragancia primaveral que de su piel morena emanaba.
Entre sorbos de
chocolate y café negro, ella dibujaba una sonrisa cada vez que se sabía mirada,
mientras la timidez de él, que cada vez más y más lo paralizaba, exaltaba su
mente impidiendo con ello hilvanar un
pretexto.
Debe de ser un
hombre casado pensaba ella, debe de ser una mujer comprometida pensaba él. Un
hombre tan atractivo como ese, no puede estar solo, pensaba ella. Una mujer tan
hermosa de ojos azul cielo, nunca esta sin pareja pensaba él. No tiene idea de
lo mucho que lo pude haber querido pensaba ella. La hubiera amado toda una
eternidad pensaba él.
Ya en la salida,
guardando un trozo de torta en su cartera, se da media vuelta y le dirige su última
mirada con una sonrisa que lo hace estremecer.
¡Por esta gran oportunidad
que les dio la vida y no pudo ser! (Fransel)
Los Roques - Venezuela
ResponderEliminarFoto tomada en el Atolon de los Roques - Venezuela
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