martes, 19 de noviembre de 2013

Soliloquio de otoño









Hay momentos en la vida que son raros, que calan hondo y tienden a cubrir el corazón con una escarcha lenta y anticipada. Momentos extraños, especialmente cuando nos invade un sentimiento de pertenencia, de un echar de menos a nuestra añorada tierra, y gratos momentos compartidos con aquellos amigos que lo fueron de casi toda una vida, o por lo menos, durante el tiempo que se vivió en ella; hasta antes de marcharse al extranjero.
Es verdad, hay momentos que son como las mañanas mustias y nos cubren con un halo de niebla madrugadora y densa, el brillo de cordialidad reflejado en nuestros ojos. Momentos cuando el alma se estremece al sentir un corazón que ayer fue afable y cálido, convertido en uno solitario y frio. En un corazón hambriento de amistad, perdido entre tanta gente que apresurada, por las mojadas calles va caminando. Gente diversa, gente de pelo rubio y ojos claros, asiáticos y africanos. Gente que habla un idioma distinto, gente con culturas diferentes, pero en el fondo…  gente igual a nosotros, gente que quizá también, tiene momentos raros y esta extrañando.  (Fransel)

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