Noche de velas,
noche en que todas las llamas de amor se juntan en algún lugar de la tierra
para formar la gran hoguera. Donde el fuego de la pasión humana quema el odio y
los sentimientos de culpa. Noche de la paz del universo y del reconcilio con nuestra
distanciada esencia. Noche de la aceptación humilde de nuestras decisiones mal
tomadas y del daño a otros causado.
Noche mística,
donde las saetas de los recuerdos sobrevuelan las ventanas del alma, llevando
bajo sus alas las experiencias no experimentadas de tantos corazones partidos.
Noche larga y
oscura ausente de luna llena, de aquella que se negó a dar lumbre al camino, en
nuestros amargos momentos de desatino. Noche de velas, noche de reconciliación
entre la tierra y el cielo, entre almas buenas y corazones en desvelos; noche
en que desaprendemos creencias y emociones mal llevadas desde alguna niñez
truncada. Noche de silencio solemne que invita a cerrar los ojos y a observar el
sagrado vuelo del amor en madrugada.
Noche de cambio
profundo y consciente, que nos llevará a ser personas de bien, al despertar del
día siguiente.
Noche misteriosa,
donde las sacerdotisas vestidas de amanecer y con su pelo tomado entre brotes de azahares, velan
por los sueños del mundo y por ese amor sacro; para que se renueve en cada
beso, en cada abrazo, en cada sentimiento, en cada flor naciente en primavera.
(Fransel)
Foto de los últimos restos del velón de navidad 2013.
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